domingo, 28 de marzo de 2010

Las buenas ideas no son tan buenas




¿Por qué cuando se tiene una imagen mental, de esas que vienen en sueños o en momentos surrealistas y/o mágicos, uno simplemente no puede expresarla como se debe? ¿Por qué cuándo queremos hacer bien algo, por una limitación en nuestros cerebros, en nuestro talento, no nos resulta? ¡Qué cosa más mala!

A veces no necesitamos que la gente aprecie nuestras ideas, a veces nos conformamos con apreciarlas nosotros mismos, pero así y todo, fracasamos. Las buenas ideas existen dentro de nuestras cabezas duras, pero al pasar por un proceso de materialización se pierden, se corrompen. ¡Es como cuando quiero hacer un gran dibujo! Y le doy las instrucciones a mi mano, mi mano toma el lápiz, comienza, y en el intento falla poco a poco hasta arruinar por completo eso que se veía tan bien en un comienzo, un comienzo imaginario.


Las malas ideas vienen a mí porque saben que generalmente estoy ciega. Las buenas ideas me empujan al vacío de la gente inútil, me recuerdan que no sé hacer nada y que tampoco intento aprender.

“Cualquier día de estos no voy a llegar a dormir, voy a quedarme en una banca, en la plaza más aburrida del mundo, donde ya se acabó el agua…”



Se ríen de mí a carcajadas, las buenas ideas me rechazan, por ser tan común, tan plana, tan delgada y tan pálida.

“Voy a salir con extraños y voy a tomar un café, voy a cultivar nuevas amistades en la ciudad vieja”

-Ja,ja,ja,ja,ja- me salpican de saliva, ¡y hasta lo puedo entender! Las buenas ideas visten bien y yo estoy desnuda todo el día. En azul, blanco y morado, con las luces que me tragué, se refleja mi apatía.



Las buenas ideas están conscientes de que no pueden permanecer en la mente de alguien que usa electricidad para mantenerse con vida.

Jamás van a ir a parar en lo más patético que han visto volar…



Estoy volando y así lo haré por muchos años

QUIÉRANLO O NO